¡Qué extraño!
Tanto valor
tiene el sexo
y tan poco el amor.
El sexo pixelado,
pretendidamente
fácil, amable y
turbio a la vez,
se te da
hasta sin querer.
Y el amor,
esa gratuidad
que no vacía
bolsillos,
pero llena las almas,
ahí abandonado,
entelarañado,
porque no está
marketeado
porque no son datos
vendibles.
¿Dónde quedaron
los suspiros ante
los crepúsculos?
acariciar mascotas?
decir palabras suaves?
dar cariño sin más?
Es tan difícil
ahora vivirlo y
escribirlo,
que pareciera
desaparecido.
Pero está ahí
hasta para
humanizarnos.
¡Qué extraño!
Parece sabiduría
primitiva
y es sólo
la virtud original.
Amar a todos,
amarlo todo,
sin importar
quién o qué,
buscar la luz
y transmitirla.
Extraño es
y común debe ser.